Rosa María Palacios: ¿Quién es Ollanta Humala?
Hay que reconocer que cuando Rosa María Palacios hace su trabajo lo hace muy bien, en esta entrevista deja entrever su agrado hacia el hoy presidente electo Ollanta Humala, muy a pesar que desde que se hizo candidato en el 2005, le hizo la guerra mediática, y mucho más cuando Ollanta se juntó con muchos ideólogos de izquierda, contrarios a su pensamiento neoliberal, aunque la mayoria de casos la señora Palacios es honesta y decente, hay ciertos momentos como en la segunda vuelta que no lo fueron, como por ejemplo destrozar el plan de gobierno legítimo de Gana Perú y casi ni mencionar el de Keiko Fujimori.
Tomado de: http://diario16.pe/columnista/2/rosa-maria-palacios/843/a-quiaen-es-ollanta-humala
¿Quién es Ollanta Humala?
Rosa María Palacios
El minúsculo, estadísticamente, NSE A es en donde mayor terror genera Humala. Lo sé de primera mano, dado que es ahí donde más insultos, cuando no murmuraciones y difamaciones, ha recibido lo que yo creo es hacer un periodismo decente al que aspira mi trabajo. Es decir, no mentir ni deformar la verdad, ni hacer propaganda política, así como defender todas las libertades y la moralidad pública. Sin embargo, veo que en estos últimos días hay un auténtico deseo de, más allá de aceptar resignadamente los resultados, o de acomodarse en el mejor estilo cortesano virreinal, conocer al “monstruo” que se creó en la percepción de muchos en estos meses.
Conocí a Ollanta Humala en noviembre o diciembre del 2005. Llegó al canal de terno y solo, en ese entonces, con su esposa. Si algo me impresionó desde la primera vez es el estrecho vínculo que existe entre ambos. Muchos políticos llegan emparejados al set. A ninguno su esposa le arregla la corbata en la pausa. Ella es su “cheerleader”, su motivadora, a ella busca con la mirada durante las entrevistas y creo que, sin ella, estaría perdido. Es más que su socia política porque realmente se quieren en la forma en que solo quien ha querido sabe que eso es real. Ella es apasionada, constante y leal, pero un gesto desaprobatorio suyo es más que suficiente para cambiar la respuesta del entrevistado. ¿Tiene ambiciones políticas? ¿Es una radical? Creo que es más hincha del hombre que de cualquier ideología. Es, como dicen, una “roja” de la Universidad de Lima, y eso, más allá del gusto por las canciones de la nueva trova, no significa radicalismo alguno.
Esa primera vez, Humala no tenía ninguna esperanza en las encuestas, no tenía ni candidatura ni partido inscrito. Al día siguiente vi que había causado un interés grande en la audiencia y recuerdo haber comentado que éste tenía lo suficiente para ser protagonista de la campaña. Las siguientes veces que el vino el 2006 ya lo hizo con el polo rojo (“no me verás más en terno”, me dijo) y con la “amistad” de Chávez, su más grave error, bajo el brazo. Creo que Chávez lo deslumbró. Puede parecer frívolo, pero lo recibía un Presidente. A él, a quien en el Perú confundían con los disparates y locuras de su padre y hermano, lo fascinó. A ella, más.
Si algo hizo por él la campaña del 2006 es volverlo un hombre desconfiado. Terco ya era. Creo que es el político más necio que he entrevistado. Nunca me he peleado tanto con alguien sobre política tributaria como con él, a lo largo de muchas noches. Después de leer su autobiografía entiendo por qué. No tiene ninguna convicción ideológica en materia económica. Le interesan determinados objetivos respecto a la pobreza en el Perú y al honor en el Ejército. Eso es lo que más lo mueve. ¿Cómo lograrlos? Eso le es casi indiferente. Pero cuando absorbe una tesis, la cree sin dudas ni murmuraciones. Hasta que lo convenzan de lo contrario.
Es un hombre reservado, aunque me daba la impresión de guardar graves secretos. Nunca logré que me hablara sinceramente de Madre Mía y de su trabajo como militar. Su autobiografía me explica hoy por qué. Creo que no estaba listo para hablar de hechos que lo conmovían profundamente, para bien o para mal. Espero que haya podido procesar lo que ocurrió ahí y cómo lo convirtió en la persona que hoy es. Tiene una enorme lealtad con su familia, pero al mismo tiempo sabe que sus excentricidades, cuando no delitos, están lejos de ser el camino al poder. Esto le ha generado un enorme conflicto interno que ha resuelto a golpes y en silencio.
El año pasado, en una pausa durante uno de nuestros habituales combates en televisión, me preguntó bastante molesto “¿por qué no me dices comandante?” Y yo, que no nací para soldado, le dije: “porque tú no me comandas, yo no soy parte de tu tropa, y decirte señor me parece un trato más respetuoso”. Nunca más pidió que le dijera comandante, lo cual me demostró un par de cosas: que puede cambiar, si confía y lo que se le dice es razonable; y, que buscaba desesperadamente el respeto que creía se le había negado en la política.
Es ciertamente un buen soldado. Si no, no hubieran sobrevivido él y sus hombres a sus patrullajes en Ayacucho o en el Huallaga. Pero no es un buen oficial en los términos de lo que se espera en el ejército. Considera el honor un valor superior al de la jerarquía y la subordinación. Es, en ese sentido, un idealista y ese romanticismo le costó la carrera. Idealista pero disciplinado si cree que el camino lo lleva al objetivo deseado. Si no, pregunten a sus estrategas brasileños de esta campaña, que le enseñaron lo que tenía que ser y hacer para ganarla. Confió, obedeció y ganó.
No hay más espacio para seguir y no sé aún cuánto lo ha cambiado esta campaña. No lo entrevisto desde enero. El tiempo nos dirá si los temores y las dudas fueron reales o no. Lo que sí sé es que no es el ser monstruoso que la derecha más recalcitrante inventó en esta campaña.